Este medicamento tiene más de 30 años de usarse con frecuencia en pacientes con infartos, pero no hay evidencia de sus beneficios en todos los tipos de ataque al corazón.
Se trata de los betabloqueantes que están siendo objeto de un nuevo estudio con ocho mil 500 pacientes en los cuales se analizan los efectos.
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El infarto agudo de miocardio es la primera causa de mortalidad mundial, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Muchas personas sin embargo sobreviven y tras su recuperación pueden llevar un ritmo de vida normal gracias a los tratamientos disponibles.
Los fármacos betabloqueantes se prescriben desde hace 40 años en pacientes que han sufrido un ataque al corazón pero su uso está ahora en tela de juicio.
Según detalla www.elmundo.es, el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) y la Sociedad Española de Cardiología (SEC), con el apoyo del Centro de Investigación Biomédica en Red de Enfermedades Cardiovaculares, ha presentado este viernes un ensayo clínico para evaluar si es preciso mantener un tratamiento con betabloqueantes en un paciente que ha sufrido un infarto agudo de miocardio.
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El estudio REBOOT (de TREatment with Beta-blockers after myOcardial infarction withOut reduced ejection fracTion), busca analizar si la administración o no de este tipo de fármacos, cuando el infarto no deja como secuela una contracción cardiaca poco alterada, influye en la incidencia de muerte, reinfarto o ingreso por insuficiencia cardiaca.
Debido a que el tratamiento se administra de por vida, los efectos adversos también pueden acompañar al paciente de forma permanente.
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«Muchos son jóvenes y tienen muchas décadas por delante, por lo que la calidad de vida es un factor muy relevante a tener en cuenta», sostiene Borja Ibáñez, investigador principal del estudio.
Agregó que los resultados de este estudio beneficiarán a dos millones de personas.
Los betabloqueantes son unos fármacos que consiguen reducir la frecuencia cardiaca, la presión arterial y la contractilidad (fuerza del corazón), favoreciendo la diástole cardiaca (llenado), mejorando la función del corazón y el flujo de sangre a las arterias coronarias.
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Pese a tener un perfil de seguridad muy alto y ser muy baratos (están fuera de cualquier patente puesto que llevan administrándose desde hace 40 años), no están exentos de posibles efectos adversos que pueden limitar la calidad de vida de los pacientes como astenia, debilidad y en algunos casos disfunción eréctil.
«Es muy importante conocer si realmente son necesarios. Si no se mostrasen eficaces en este tipo de pacientes post-infarto, no se prescribirían y esto podría desembocar en un aumento de la adherencia a medicaciones que sí son eficaces y, además, no limitan la calidad de vida», ha subrayado el especialista.
El ensayo, que comenzó a finales del año pasado, ya cuenta con 600 pacientes adscritos de forma voluntaria de los 8.500 que conformarán el total.
Estos serán escogidos de forma aleatoria para recibir o no betabloqueantes. Durante un mínimo de dos años y un máximo de tres, se les someterá a un seguimiento con tres puntos de control, el primero a los tres meses, el siguiente a los 15 y el último a los 36. En una submuestra de 1.000 pacientes se evaluará también la calidad de vida de los pacientes durante el seguimiento.