Científicas de la UCR estudian aguas guanacastecas

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dsc_2691-web5e1e00b5775b2.jpgSan José.- El 7 de enero de 2020 Costa Rica se conmocionó por una de las muertes menos probables que ocurra y que afecta solo a un individuo por cada 2.5 millones de personas, según la American Water Works Association.

Se trató de un joven de 15 años, quien falleció a raíz de una meningitis provocada por la mortal ameba Naegleria fowleri, mal llamada a nivel popular como la “come cerebros”.

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El hecho anterior hizo que las alertas del país se encendieran nuevamente y que la Universidad de Costa Rica (UCR), por orden del Ministerio de Salud, pusiera una vez más todo su saber científico al servicio de la población costarricense.

En esta ocasión, son dos investigadoras de la Facultad de Microbiología de la UCR, quienes en estos momentos trabajan para descubrir la presencia de este peligroso microorganismo en diferentes centros turísticos de Guanacaste.

Ellas son la Dra. Elizabeth Abrahams Sandí y la Dra. Lissette Retana Moreira, ambas del Departamento de Parasitología. Su labor la hacen en conjunto con el asistente de laboratorio, el Sr. Dennis Camareno.

¿El objetivo final? Saber con una mayor certeza científica si esta ameba habita en los lugares de estudio y así fortalecer las medidas preventivas efectuadas en los últimos días.

“La UCR realizó el muestreo en nueve piscinas y nacientes de aguas termales de Guanacaste el 08 de enero de 2020, específicamente en Bagaces, en la zona de Guayabo. De cada piscina se sacaron cinco litros para un total de 45 recolectados. Esta labor se hizo en compañía de tres funcionarios del Ministerio”, afirmó la Dra. Elizabeth Abrahams.

Adicional a lo anterior, el proceso de muestreo también fue fortalecido mediante un “torundeo”, que es recolectar indicios con una pelota de algodón envuelta en gasa. Esto permite ir más allá de las piscinas y aumentar la certeza de los resultados.

“La torunda se pasó sobre diversas superficies y se colocó en un tubo de vidrio para posteriormente hacer el aislamiento en el laboratorio. El propósito con esto fue recuperar los organismos que están a los alrededores, más allá del agua de las piscinas, donde había sospechas que podría estar N. fowleri. Con este otro método, en total fueron 21 muestras obtenidas de diferentes puntos, incluso de tierra”, indicó la Dra. Lissette Retana Moreira, también parasitóloga de la UCR.

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Las muestras ya están siendo procesadas en el laboratorio y estarán sujetas a estrictas pruebas. Una es la de filtración, cuyo material restante luego se sembrará en una placa suplementada con la bacteria Escherichia coli, comida para la ameba. Si la Naegleria está presente, ella buscará alimentarse de la E. coli y las científicas podrán ver su desplazamiento.

Los resultados finales se obtendrán después de un mínimo de 15 días. De acuerdo con la Dra. Abrahams, esperar ese tiempo es crucial para evitar falsos positivos.

“Con la aplicación de los ensayos, primero buscaremos la ameba y, si los resultados salen positivos, se procederá a confirmar a nivel molecular que sea de la especie fowleri. Nuestros reportes van a indicar si se observan o no amebas en el agua recolectada en ese momento. En caso de que no se observen en la muestra, no se descarta la presencia de la N. fowleri en las piscinas”, dijo Abrahams.

GS18P26F1_203954.jpgHallazgo ya comprobado

Hay dos formas de declarar un punto de infección. El primero es a nivel epidemiológico y la otra es mediante pruebas de laboratorio.

El lugar de infección por N. fowleri ya está validado a nivel epidemiológico, es decir, por la historia clínica del paciente.

Lo que ahora sigue son las pruebas de laboratorio de la UCR. Si en el resultado no se observan amebas, significa que el microorganismo podría estar en pocas cantidades o ausente del todo.

Sin embargo, lo que es necesario tener presente es que, aún en ausencia de amebas, las piscinas de agua termal siempre serán un sitio adecuado para que la N. fowleri prolifere.

“Si hay un resultado negativo, puede ser también porque la sensibilidad de la prueba no logró detectar a la N. fowleri. Esto pasa debido a que podría estar en poca cantidad. A menor número de esta ameba, es más difícil aislarla. Por lo tanto, lo importante aquí es enfatizar que, a nivel epidemiológico, se sabe que el niño se infectó en esa zona. Por otro lado, si el resultado es positivo a nivel molecular, se respalda más el hecho de ese lugar como punto de infección. Independientemente del resultado, la información es necesaria para fortalecer las acciones de vigilancia y de prevención”, aclaró la Dra. Abrahams.

¿Por qué es tan mortal?

La N. fowleri es un microorganismo que pertenece al grupo de los protozoarios (formados por una sola célula) denominados de ‘vida libre’.

Esto último indica que son capaces de vivir y replicarse en el medio ambiente sin necesidad de un hospedero. Además, es capaz de subsistir hasta en los ambientes más inhóspitos y reproducirse de manera rápida.

¿Su alimento preferido? Las bacterias de su entorno. Pero, si las condiciones se lo exigen, puede también comportarse como un parásito con tal de sobrevivir.

Que una persona adquiera ese organismo es muy difícil. La obtención ocurre cuando el agua penetra las fosas nasales, generalmente al momento de sumergirse en aguas cuyas temperaturas son cercanas o superiores a los 46°C.

“Las amebas son sorprendentes. En los ambientes más difíciles, ellas se transforman en una estructura de alta resistencia llamada quiste. Ya, en un ambiente más favorable, ellas se abren y vuelven a su estado natural. Durante el proceso infeccioso en una persona, la ameba se reproduce rápidamente. Esto hace que la defensa realizada por el sistema inmunológico sea, prácticamente, una batalla perdida”, amplió Abrahams.

Según Mayo Clinic, el tratamiento primario para la infección es un medicamento conocido como anfotericina B destinado a matar las amebas. Otro fármaco que cobra importancia es la miltefosina.

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¿Debe acudir a aguas termales?

De acuerdo con el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC por sus siglas en inglés), tan solo los Estados Unidos ocurren ocho casos por año. En Costa Rica se han registrado únicamente dos que fueron publicados en los últimos cinco años y se especula un subregistro en la cantidad reportada.

“Este tipo de situación es tan infrecuente en el país, que cuesta mucho que los médicos y los laboratorios hospitalarios estén atentos a considerar un diagnóstico diferencial. Entonces, a nivel mundial, y no solo en Costa Rica, hablamos de que hay probablemente un subregistro e, incluso, una falta de publicación de los casos”, enfatizó la Dra. Abrahams.

El diagnóstico temprano es vital para la supervivencia. La tomografía computarizada o la resonancia magnética pueden revelar sangrado dentro del cerebro.

Fuente: https://www.ucr.ac.cr/

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