Dr. Castaños: «De qué sirve el conocimiento si no está al servicio de los demás»

unibe45.jpg

unibe45.jpg

Siempre ha sido conceptual en lo referente al sistema de salud y al rol de cada profesional en la sociedad.

Al doctor Julio Amado Castaños Guzmán, rector de la Universidad Iberoamericana  UNIBE, le sirve el bagaje intelectual de su linaje y la alta sensibilidad que lo hace lagrimear ante situaciones humanas.

El también presidente del Hospital General Plaza de la Salud piensa que las instituciones y quienes las dirigen son las responsables de edificar una sociedad más justa, donde la salud y la educación lleguen a todo el mundo.

Esta vez sacamos su discurso del Día del Maestro, dirigida a los profesores de UNIBE en el acto de conmemoración de la fecha.

Les dejamos su discurso intacto:

Una vez más nos encontramos celebrando el tradicional Día del Maestro, una fecha que nos permite resaltar la labor magisterial.
Siempre, y es una tradición, damos las gracias por el desempeño de cada uno de ustedes.

Exaltamos la labor que realizan en procura de transferir conocimientos, habilidades y destrezas con fines de construir competencias y actitudes claves para la formación de profesionales útiles a la sociedad.

En unos minutos estaremos reconociendo aquellos profesores y profesoras que han sido seleccionados por sus escuelas para ser merecedores de un galardón.

En esa selección no solo incide el cumplimiento y los resultados del maestro, sino la visión colectiva de sus alumnos.

El verdadero maestro es aquel que se hace eterno en la vida de sus discípulos. Es aquel que con sus principios e intenciones logra despertar cualidades determinantes en la personalidad de quien lo escucha.

El Día del Maestro, en lo personal, siempre me hace recordar a aquellos profesores que con su luz me iluminaron la senda por donde transitar.

En este momento, y este espacio, hay muchos profesores y profesoras que se ganaron espacio en el recuerdo en sus estudiantes por su entrega y su vocación.

Todos, como profesores, nos guiamos de un prontuario o sílabo donde están los objetivos y contenidos de los aprendizajes, pero hay una parte clave, excelsa, determinante, que es auténtica e irrepetible de cada maestro.

En ella está su actitud hacia la vida y su capacidad para promover y estimular aprendizajes.

Es su personalidad inspiradora y principios éticos y humanísticos que dejan un aroma inolvidable en nuestras vidas.

Hoy en día los conocimientos están a un click de todos, pero los principios y los fundamentos de la vida no están en ningún disco duro. Es labor del maestro, a través de su ejemplo, enseñar e impregnar en sus alumnos esos valores.

Hoy se habla mucho sobre el rol del maestro a partir de la accesibilidad del conocimiento. Pero de nada sirve ese conocimiento si no se sabe qué hacer con él. La labor de quien enseña es mucho más complicada en nuestros días

Y es que una cosa es saber y otra cosa es ser, y aún más complejo es saber estar.

Nos encontramos con verdaderos eruditos, enciclopedias ambulantes, pero de qué sirve si ese conocimiento no está al servicio de los demás.

Del maestro de hoy se espera más de sus buenas prácticas que de sus amplios conocimientos.

Es con el qué hacemos y cómo lo hacemos que podemos cambiar la vida de los demás.

Dicen los grandes clásicos de la pedagogía que si en el proceso enseñanza-aprendizaje no se provoca un cambio en el individuo el proceso no fue fecundo.

En cada docente hay un modelo particular, único e irrepetible. Aunque enseñen la misma ciencia, cada cual impregnará a sus aprendices con sus virtudes pero también con sus defectos. En esto radican nuestras capacidades para dejar huellas positivas o negativas en los estudiantes.

Hoy también debemos regocijarnos en nuestras consciencias recordando a otros maestros, me refiero con mucho respeto a aquellos que nos guiaron y acogieron en la vida: nuestros padres y tutores. La huella más sublime e imborrable de los aprendizajes. ¡Algunos somos fruto de sus empeños y desvelos!

Y es que el hogar es la universidad natural, por algo le llaman la universidad de la vida. Es allí donde se cuece, a fuego hogareño, nuestro destino.

Definitivamente sobre los hombros del maestro cuelgan las esperanzas, sueños y aspiraciones de los miles de jóvenes que cada día entran a las aulas ilusionados y sedientos de un futuro que les conduzca a la felicidad. ¡Ustedes son los arquitectos de esos sueños!

¡Felicidades en su día!