¿Qué importancia tiene la poesía para el bienestar humano? Todo. Relaja, aporta gozo al alma, alumbra oscuridades internas, entrelaza palabras hermosas con salud mental, abre la cabeza.
A los amantes de la lectura, los grandes poetas latinoamericanos, empezando por Neruda, abrieron el mundo a otras latitudes a los goces del espíritu, a mirar procesos sociales de forma diferente, irnos de este mundo.
Y qué no decir de los poetas españoles. Grandes, grandes, grandes. La generación de la guerra civil, la anterior, la posterior y la de más adelante. Rafael Alberti, Miguel Hernández, Lorca, los Machado y su Caminante no hay camino, y muchos otros. En lo contemporáneo, Antonio Gala, qué delicias escribió este poeta, dramaturgo, novelista y ensayista.
En el país, luces de eternidad de varias generaciones han escrito poesía para el alma, para la Patria, para la esperanza. Mateo Morrison, uno de ellos. Con sus primores escritos desde la posguerra, aún anda por ahí con sus luces. Y los nuevos: Pedro Antonio Valdez, Eloy Tejera, Daniel Johnson y demás.
Salgo con esta introducción porque recientemente asistimos al Festival de Poesía de la Montaña, nacido hace 22 años de los sueños de Taty Hernández, escritora dominicana que emigró a las tierras del Norte sabe Dios cuántos años.
Antes de dejar los pinos y el verdor de su tierra, Jarabacoa, sembró la idea y la dejó caminando con poco apoyo, pero enhiesta.
El pasado fin de semana, el festival de su iniciativa agrupó a poetas de varias generaciones, de la loma, las ciudades y de la diáspora. Jóvenes entusiastas declamaron sus bellos versos ante los veteranos. Estos últimos analizaron temas de actualidad, como el impacto de la Inteligencia Artificial.
En agenda estuvo una noche bohemia y de declamación al conjuro de la luna en el bar del artista Juan Bravo. Y también un reconocimiento al poeta Morrison por sus aportes a este hermoso género literatura cultivado desde tiempos inmemoriales.
Este festival de poesía es el único de su tipo que se realiza en el país, cada vez más afianzado, aunque con poco apoyo del sector privado. Como las sombrillitas y el Festival de las Flores, es marca ciudad y marca país.
“Ajualá”, como decía una doñita en San Cristóbal, las autoridades del ámbito de la cultura, el turismo y la Presidencia de la República asuman esta iniciativa para que se mantenga en el tiempo.
Por Pedro Angel
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