Les dejamos el último artículo del doctor Roberto Lafontaine, quien critica la postura del Colegio Médico Dominicano sobre las negociaciones que se desarrollan con el gobierno en procura de aumento salarial y otras mejores en el sector salud:
Una hora no fue suficiente para que tres connotados dirigentes del Colegio Médico Dominicano explicaran al país la lógica de la decisión de abortar el proceso de negociación con la comisión gubernamental para retomar el camino de las huelgas hospitalarias como medio para exigir el respeto al derecho adquirido de trabajar veinte horas semanales. Lo propio ocurrió en el espacio radial “El Gobierno del Sábado” transmitido por la emisora Z 101, magistralmente conducido por el Dr. Secundino Palacio.
Hay que reconocer que los dirigentes fueron explícitos en la difusión de su visión sobre el sistema de salud, la explotación a la que estaban siendo sometidos los médicos por la carga horaria y laboral, el desperdicio de recursos financieros y sobre todo, de cómo fueron llevados, a su parecer, a una encerrona por los comisionados del gobierno; todo adornado con la descalificación de personas o sectores del país que no comparten su visión. Lo que no les dio tiempo a explicar fue como el trabajar menos horas semanales de las señaladas por la ley podía resolver la crisis profunda en la que está inmersa el sistema de salud, de acuerdo a su visión.
La firma del acuerdo con casi todos los gremios participantes en la mesa del dialogo es un indicador de satisfacción de las demandas comunes a los sectores involucrados, tanto el gubernamental como el gremial, las mismas pueden ser resumidas en el desarrollo de una política salarial.
Elemento indispensable para lograr el medio optimo con el recurso humano adecuado para revertir la insatisfacción, los efectos adversos, la mortalidad evitable y la poca humanización de los servicios de salud que reciben los pacientes al procurar atención en los hospitales.
Las ocho horas diarias consignada en la ley es una jornada laboral para ser cumplida por todos los empleados públicos, no viola los tratados internacionales y la reducción de la misma más que ser reclamada como un derecho adquirido es un privilegio perverso producto de la conversión del tiempo estipulado para una de las intervenciones en salud del médico especialista, como es la consulta, en el tiempo total de duración de dicha jornada.
El desarrollar las condiciones propicias para ofertar servicios de salud óptimos en los hospitales públicos es una responsabilidad de todos los actores del sector, la misma ha sido postergada en el proceso de reforma e indefectiblemente va a impactar al subsector de los servicios privados, por lo que toda la población será beneficiada.
Los dirigentes colegiados mal harían con oponerse a firmar el consenso logrado y más cuando sus demandas salariales fueron satisfechas y, peor aún, tomando como base el componente del cumplimiento del horario cuando todos están consciente que el retomar el espacio hospitalario es determinante para recuperar las condiciones propicias para ofertar servicios de salud.
¿Cuáles son estas condiciones? Son las mismas descritas por el Dr. Manuel Barquín Calderón, cuando en el año 1965, publica su célebre obra “Dirección de Hospitales”: deben alcanzar para todos los ciudadanos, sin importar condición económica, racial, social o religiosa; poseer los recursos suficientes para satisfacer la demanda con la calidad necesaria y la debida oportunidad; debe prevenir, curar y rehabilitar, teniendo en cuenta que los fenómenos físicos y psicológicos están íntimamente vinculados con el desarrollo de la personalidad y la adaptación de las personas al medio que la circunda.
También, la atención optima debe tener un costo equivalente a su valor u obtener los máximos resultados con la mínima inversión; debe ser impartida con la misma calidad independientemente de la posición social, pagando más los sectores en función de la cercanía a la cúspide de la escala socioeconómica y por último, la más importante, tener en cuenta al individuo en toda la dignidad de su condición humana.
Para lograr lo anterior el médico debe tener información actualizada sobre las enfermedades su diagnostico y tratamiento; ser perspicaz en el interrogatorio y la exploración física; administrar el tratamiento médico o quirúrgico adecuado y asegurar la continuidad en el seguimiento. Para ello, debe ganarse la confianza del paciente y acompañantes, actuando con discreción y teniendo consideración a sus sentimientos.
Garantizar al paciente la disponibilidad de su persona y recursos en función de la complejidad de la especialidad que requiera la patología que lo angustie y que el pago de la atención no signifique la creación de dificultades financieras al sector salud o al paciente en sí.
Para acercarse al ideal de lo optimo es necesario que el médico retome el hospital, pues ayer como hoy es el que dispone el uso de los recursos necesarios para resolver o aliviar el problema de salud del paciente o aliviar su angustia o conducirlo a un final digno de su condición humana cuando se está frente a una situación tan crítica de salud que le hace suponer que puede perder la vida.
Los problemas para lograr la atención optima son múltiples y van desde la eficacia en la adquisición de los medicamentos e insumos apropiados hasta el mantenimiento de la compleja y diversa tecnología que acompaña a la galopante especialización médica; los problemas que acompañan al adiestramiento para cubrir la brecha de la deficiente preparación del personal.
Dificultades que acarrean en los servicios el aumento de la brecha entre el nivel cultural de las personas para la aceptación de la tecnología de punta y la educación para la modificación de los patrones culturales que influyen en su problema de salud. También, hay problemas que devienen con la adecuación de la infraestructura hospitalaria ante los requerimientos de las nuevas tecnologías y su impacto en la forma de hacer medicina, más tendente hacia la atención ambulatoria que a la hospitalización y el avenimiento de las enfermedades crónicas por el envejecimiento de la población.
Una hora de programa no fue suficiente para que los máximos estrategas en la conducción del movimiento médico le expliquen a la ciudadanía porque el Estado debe pagar más por menos horas de trabajo que las estipuladas por ley, en el momento que los hospitales públicos ofertan una atención tan alejada del ideal optimo, más bien, quedaron acorralados en la comedia del absurdo. Trampa en la que cae todo el que quiere hacer racional lo que es inexplicable por sí mismo de forma sencilla, lógica y convincente.
Por Roberto Lafontaine