Santo Domingo.- El incremento de presión intraocular afecta la circulación sanguínea del nervio óptico, lo cual produce la muerte de fibras ópticas. A su vez, esto ocasiona que menos información sea enviada al cerebro y esta disminución en la cantidad de imágenes procesadas se refleja en una disminución de la visión. El daño al nervio óptico se produce de forma lenta y progresiva, sin ocasionar dolor. Por esto se llama al glaucoma el ladrón silencioso de la visión.
Dentro de los ojos se forma constantemente un líquido transparente, llamado humor acuoso.
Para mantener un volumen constante, parte de ese líquido es drenado regularmente a través de la malla trabecular, una especie de red ubicada en el ángulo entre la base de la córnea y el comienzo del iris. La presión intraocular aumenta cuando se presenta dificultad en la salida del humor acuoso. También, puede presentarse si el mismo se produce en mayor cantidad que la proporción que logra salir del ojo.
La doctora Katia Cabrero, especialista en glaucoma congénito y del adulto del Instituto Espaillat Cabral, nos indica que al padecer de glaucoma, la visión periférica es la primera que se pierde, manteniéndose por más tiempo sin alterar la visión central.
“Al principio, el daño visual es leve y puede ser mayor en un ojo que en el otro. En esos casos, la visión del ojo menos afectado compensa la del que tiene peor visión, por lo que el paciente no se da cuenta de la pérdida visual, sino que se percata cuando empieza a chocar con los objetos a su alrededor. En ese punto, el daño ya está muy avanzado”, agregó la doctora Cabrero.
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El glaucoma puede afectar a personas de todas las razas y edades, sin embargo existen factores que pueden predisponer a padecer esta enfermedad como lo son: Antecedentes familiares de glaucoma, antecedentes de trauma o inflamación ocular, miopía, hipertensión arterial, diabetes, ascendencia africana, hispana o asiática y ser mayor de 50 años.
Esta es la segunda causa de ceguera a nivel mundial, pero es la primera causa de ceguera irreversible. Más de la mitad de las personas afectadas no saben que la padecen, por lo que es de especial importancia acudir a una revisión oftalmológica una vez al año, o cuando lo indique su médico.
Durante una revisión periódica, el oftalmólogo hace una revisión completa de su visión y sus ojos, se mide la presión ocular y se evalúa el aspecto del nervio óptico. En caso de ser necesario, se indican estudios diagnósticos.
El conjunto de estos datos permite al oftalmólogo determinar si el paciente padece o no de glaucoma, además de cuantificar el daño existente en ese momento. La visión perdida no se puede recuperar.
El tratamiento tiene como objetivo evitar mayor pérdida de visión. Al inicio, su oftalmólogo le indicará medicamentos en forma de gotas para reducir la presión ocular. En algunos casos se puede iniciar de inmediato tratamiento láser. En los casos más avanzados se pueden combinar las gotas con la aplicación de tratamiento láser. Si el daño al campo visual es severo se requiere intervención quirúrgica.
La especialista resaltó que el glaucoma no tiene cura, pero se puede controlar, es por eso que exhorta a las personas a visitar al oftalmólogo periodicamente.