Apostar a la imagen para brillar luces médicas

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AFoto_Eloy.jpg mí ya no me caben dudas: muchos médicos son excelentes profesionales, pero les falta complementar con las relaciones públicas, las matemáticas y el sentido de la historia.

Me explico, y una anécdota que vi hace años en la película biopic Gandhi, retrata un aspecto. Mahatma Gandhi, al principio de su carrera no quería nada con periodistas.

Una vez lo visitó una destacada periodista y le ofreció sus servicios, sobre todo, matizándole lo importante que era que el mundo conociera su historia y la proyectara. Se negó. Pero cuando la periodista se iba le espetó: “Eres grande y nadie lo sabe, y qué, entonces? El famoso hindú despertó, se le encendió la chispa. La contrató y a partir de ahí cambió su historia.

Lo mismo sucede con los médicos, muchos de los cuales presiden sociedades especializadas. He observado con estupor cómo organizan un congreso y gastan miles de dólares en la planificación total y, sin embargo, a la hora de contratar servicios de prensa son cautos. Se olvidan del principio básico, lo que no sale publicado fuese que no hubiese ocurrido. Es decir, si un congreso se dio y no tuvo escasa o nula cobertura pasó sin pena ni gloria, y ni decir si no se recorrió en una memoria o texto.

Y ni hablar cuando se trata de escribir memorias, textos, libros. Los médicos son reacios y nunc a se preocupan en lo más mínimo. Y aquí es que la cosa es paradójica: médicos con gran trayectoria invierten poco en la publicación de un texto que recoja su trayectoria, sus logros, sus investigaciones.

Si algo le ocurriera de repente serían borrados de inmediato de la memoria pública y todo lo que amasaron, claro, como sucede con todo, sería usado a su antojo por los herederos. Sin embargo, al libro o la memoria es su único bien que quedará intacto y que le conectará con las próximas generaciones.

Algo tan sencillo y no se dan cuenta. Y demás está decir que la inversión en promoción de su figura y de sus historias, deja buenos dividendos.

Lo único que sobrevive es lo que se escribe, lo demás se lo lleva el polvo y el viento. ¿Quién se recuerda de los bienes materiales que tuvieron muchos contemporáneos del eminente Antonio Zaglul? Nadie. Sin embargo, un texto que publicó en los años 60, “Mis quinientos locos”, anda por ahí como el primer gandul.

Tomen de esa experiencia y despabílense, amigos médicos.

 

Por Eloy Tejera

El autor es periodista y escritor

Ejerció periodismo por más de 10 años

Ha escrito 12 libros

Se dedica a elaboración de memorias y biografías