Las lesiones cerebrales traumáticas de moderadas a graves a menudo dejan a las personas luchando con desafíos como la concentración, la retención de la memoria y la toma de decisiones. Si bien muchos de ellos logran vivir de forma independiente, sus deterioros cognitivos frecuentemente obstaculizan su capacidad para regresar al trabajo, la escuela o las actividades sociales.
En particular, estos pacientes a menudo se recuperan del coma y recuperan un nivel importante de función cognitiva, lo que sugiere la preservación de los sistemas cerebrales responsables de la atención y la activación cerebral.
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Estos sistemas, cruciales para mantenerse alerta y concentrarse en tareas o conversaciones, implican conexiones entre el tálamo (una estación central de retransmisión del cerebro) y la corteza, que gobierna las funciones cognitivas superiores.
El núcleo lateral central dentro del tálamo, en particular, regula numerosos aspectos de la conciencia. Ahora, se ha descubierto que un dispositivo implantado quirúrgicamente en lo profundo del cerebro para administrar una estimulación eléctrica precisa al núcleo lateral central y sus conexiones reactiva estas vías, restaurando las capacidades cognitivas perdidas por las lesiones cerebrales.
La nueva técnica, desarrollada por investigadores de Stanford Medicine (Stanford, CA, EUA), en colaboración con otras instituciones, es la primera en demostrar potencial contra discapacidades de larga data derivadas de lesiones cerebrales traumáticas de moderadas a graves.
En el ensayo clínico, el equipo de investigación reclutó a cinco participantes de entre 22 y 60 años, que habían sufrido lesiones cerebrales traumáticas entre tres y 18 años antes, destaca la publicación de https://www.hospimedica.es/tecnicas.
Estas personas tenían deterioros cognitivos continuos a pesar del tiempo transcurrido desde sus lesiones. El principal desafío para los investigadores fue la colocación precisa del dispositivo experimental de estimulación cerebral profunda dentro del cerebro, ya que el cerebro de cada participante tenía una forma única y estaba aún más alterado por sus lesiones.
Utilizando modelos virtuales del cerebro de cada individuo, los investigadores determinaron con precisión la ubicación y la intensidad de la estimulación para activar el núcleo lateral central. Esta precisión permitió la implantación quirúrgica exitosa de los dispositivos en los participantes.
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Durante la prueba, los participantes tuvieron el dispositivo encendido durante 12 horas diarias durante un período de 90 días, luego de una fase de titulación de dos semanas para ajustar la estimulación. Su progreso se evaluó mediante la prueba Trial Making Test, una medida estándar de la velocidad de procesamiento mental que implica la conexión de letras y números dispersos.
Sorprendentemente, al concluir el ensayo, los participantes habían mejorado sus velocidades de prueba en un promedio del 32 %, superando el objetivo inicial de los investigadores del 10 %.
Esta mejora no fue sólo una estadística; impactó significativamente su vida diaria. Los participantes pudieron retomar actividades como leer, mirar televisión, jugar videojuegos y completar las tareas, se sintieron menos cansados y manejaron sus días sin necesidad de siestas.
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Sin embargo, los participantes del ensayo enfrentaron un desafío en su fase final, un segmento de retiro ciego planificado donde la mitad de ellos, sin saberlo, tendría sus dispositivos apagados. Dos participantes optaron por no participar, al no estar dispuestos a correr el riesgo de perder sus nuevas mejoras.
De los tres que continuaron, a uno se le desactivó el dispositivo, lo que provocó un rendimiento un 34 % más lento en la prueba Trial Making Test después de tres semanas sin estimulación.
Este ensayo clínico es el primero en centrarse en una región específica del cerebro en pacientes con lesiones cerebrales traumáticas de moderadas a graves. Aporta nuevas esperanzas a muchos que han visto su meseta de recuperación, ofreciendo un camino potencial para recuperar aspectos de sus vidas afectados por sus lesiones.
«Este es un momento pionero», afirmó el Dr. Nicholas Schiff, profesor de Weill Cornell Medicine y coautor principal del estudio. “Nuestro objetivo ahora es intentar tomar medidas sistemáticas para hacer de esto una terapia. Esta es una señal suficiente para que hagamos todo lo posible”.