El médico, escritor, historiador catedrático, investigador y oftalmólogo tiene una larga y valorada carrera en la medicina que muestra aportes científicos, editoriales e históricos.
Les dejamos el artículo de esta semana:
Santo Domingo.- De las notas autobiográficas del doctor Héctor Read tomamos estos párrafos: “La faz del mundo súbitamente había de cambiar al declararse la guerra que envolvería al mundo, el 2 de septiembre de 1914″.
Por otro lado, lo cambiante de la política dominicana: habían llamado al Dr. Ramón Báez, a ocupar la presidencia de la República, pocos días antes, el 28 de agosto; cargo que ejercería hasta el mes de diciembre.
Entonces, por Decreto del 29 de noviembre de 1914, se restauraba la Universidad de Santo Domingo, que había permanecido cerrada desde la época haitiana.
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El Instituto Profesional quedaba, en tal virtud, convertido en Universidad de Santo Domingo, con todos sus derechos.
Al entrar el año 1915, ya el Dr. Ramón Báez había entregado a Don Juan Isidro Jiménez T. Él volvió a la Rectoría de la Universidad.
Otra novedad. Angelito García, un antiguo leproso curado en el Leprocomio de la Habana, Cuba; le hace propaganda a unas medicinas que él y otros enfermos de lepra habían tomado: un plan de tratamiento, que incluía el aceite de Chaulmugra y unas porciones que les permitían tolerar altas dosis del aceite mencionado.
De otro modo, no se habría podido conseguir la tolerancia de dosis suficientes, repetidas regularmente, del Chaulmugra, ya considerado como remedio eficaz contra ese mal.
Consecuencia de esa publicidad fue que el ayuntamiento comisionara al Dr. Defilló, que al momento se ocupaba de atender varios enfermos, y lo enviara a la Habana en compañía del Dr. Salvador B. Gautier, con encargo de estudiar el tratamiento que tanto se mencionaba.
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El M-N. Manuel Martínez Boog (cuñado del Dr. Defilló) los acompaño como secretario. Antes de salir la comisión, el Ayuntamiento designó como director del Laboratorio Municipal al Dr. Pedro Emilio de Marchena), interinamente al Br. Raf. Ernesto Valverde y al suscrito (Br. Héctor Read) ayudantes del Laboratorio Municipal. Fue el primer nombramiento que recibí, fechado en Sto. Domingo.
Al regreso de la Habana, el Dr. Defilló y el Dr. S. B. Gautier se ocuparon activamente del tratamiento de los leprosos. En el Hospital de San Lázaro, había unos 40 internados, hombres y mujeres. Por las tardes, Valverde, (Amadeo) Báez y yo, nos ocupamos también.
A cada enfermo les examinamos, (mucus, raspadura de piel, etc.) para investigar el Bacilo de la lepra, de Hausen. Del mismo modo procedimos a examinar la sangre de cada paciente y la orina y heces también.
El doctor Gautier nos suministró porta-objetos nuevos de su laboratorio privado. Se nos proveyó además de una cámara fotográfica. (El Dr. Defilló era aficionado a la fotografía). Los resultados fueron clínicamente buenos. Adquirimos práctica y aprendimos mucho.
Más adelante el Hon. Ayuntamiento me designó practicante del hospital San Lázaro; el Dr. Defilló siguió encargado del tratamiento especial y el doctor Paulino Castillo, un inteligente e ilustrado médico de la «vieja guardia», fue nombrado director.
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Con el nuevo «Código Reglamentario y Orgánico de Educación Común», vinieron mejorías en la Universidad y algunos cambios en los planes de estudios. En la Facultad de Medicina, al terminar el segundo curso, se podía ganar el título de Lic. en Ciencias Biológicas, al terminar el quinto curso el título licenciado en medicina y luego del sexto curso el de Doctor en Medicina.
Por el momento todos los estudiantes aspirábamos al grado de Licenciados, que nos permitía con la autorización del Buró Medico y el exequatur de Ley del Poder Ejecutivo, ejercer libremente la profesión de médico. Cabe agregar, que la aspiración lejana era la de poder completar los estudios en el extranjero -Francia, París era el sueño- y obtener el título de Doctor”. Así se vivía la medicina dominicana en esos años!!.
Por el doctor Herbert Stern, médico oftalmólogo e investigador