San José.- A comienzos de siglo, los catedráticos británicos Wald & Law utilizaron por primera vez el término “polipíldora” para referirse a la combinación de determinados fármacos que conseguían reducir en más del 80 por ciento las enfermedades cardiovasculares.
Así, la combinación de una estatina para reducir el colesterol, la mitad de la dosis de tres clases de anti-hipertensivos, una aspirina como anti-agregante plaquetario y ácido fólico reducirían en un 88 por ciento las cardiopatías isquémicas y en un 80 por ciento los accidentes cerebrovasculares. Sin embargo, el 8-15 por ciento de las personas que consumieran esta polipíldora manifestarían algún tipo de efecto adverso.
Más recientemente, un grupo de investigación ha analizado la eficacia y la seguridad de estas polipíldoras con los de sendos meta-análisis que evaluaban los efectos del ejercicio físico regular sobre factores de riesgo cardiovascular (presión arterial y colesterol LDL y total).
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El análisis final mostró beneficios ligeramente más altos sobre el colesterol LDL y total con el ejercicio de resistencia que con las polipíldoras.
Mientras que éstas y el ejercicio isométrico produjeron un efecto similar sobre la disminución de la presión arterial. Cabría reseñar que los importantes y adicionales beneficios del ejercicio físico sobre otras variables relacionadas con la salud (adiposidad, capacidad cardiorrespiratoria y fuerza, entre otras) difícilmente serían alcanzados con la administración de una polipíldora farmacológica.
Por tanto, observamos cómo, respecto a los efectos reportados por la “polipíldora” para la prevención de las enfermedades cardiovasculares, el ejercicio físico aporta similares beneficios, mayores en algunos casos, frente a los factores de riesgo cardiovascular. Además, el ejercicio físico bien prescrito, en comparación con el fármaco, es una intervención relativamente libre de efectos adversos.
