Tras más de medio año de intentos para dominar el coronavirus, el aumento de casos actual en toda Europa es una amenaza sanitaria, pero también económica y social.
El pasado 15 de septiembre, el Centro Europeo de Control de Enfermedades (ECDC) tenía registrados 2.3 millones de diagnosticados en Europa, las cifras del mismo organismo de este miércoles son de 4,3 millones, un 87 por ciento más.
“Estamos preocupados con los datos de Europa; es el momento de poner medidas restrictivas”, afirmó el director para Europa de la Organización Mundial de la Salud, Hans Kluge.
La Comisión Europea coincide: hay que actuar ya con contundencia, pero gradualmente, para evitar tener que llegar a cierres como los del principio de la primera ola.
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Los confinamientos deben ser la última alternativa, y se pueden evitar, pero la comisaria de Salud de la Unión Europea, Stella Kyriakides, ha transmitido este jueves un “mensaje de urgencia” a los Estados miembros. “Nos estamos quedando sin tiempo”, ha asegurado.
“Todo el mundo ha de hacer lo que sea necesario para evitar los efectos sanitarios, sociales y económicos devastadores de un confinamiento generalizado”. Las restricciones para contener la pandemia se endurecen y multiplican por el continente, de París a Madrid y de Barcelona a Ámsterdam. Pero, detrás de los mensajes de alerta, dada la diversidad de situaciones del continente ―por tomar la incidencia acumulada a 14 días, Bélgica está en 469 casos por 100 mil habitantes.
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España en 265, Noruega en 34, el presidente de la OMS Europa no quiso entrar en medidas concretas. Solo insistió en la primera de ellas: “Un uso generalizado y extensivo de la mascarilla y un estricto control sobre los grupos sociales”. Si esto se hiciera a rajatabla, ha dicho Kluge, se evitarían más de 280 mil muertes en el continente.
A partir de ahí, las medidas deben ser graduales, aunque Kluge no ha apostado por ninguna en concreto. Sí que ha dejado claro que los confinamientos como los del principio de la pandemia “que fueron cierres totales”, dijo el representante de la OMS, deben ser la última solución.
“Hay que buscar un equilibrio entre el beneficio sanitario y lo que podemos llamar daños colaterales”, ha explicado. Entre ellos ha mencionado los económicos, pero también que hay que mantener los servicios de salud mental, los de atención a las víctimas de violencia de género y demás”, destaca la publicación el período El País.