Pocos meses después de declararse la pandemia, comenzaron las primeras noticias sobre cientos de miles de personas sufriendo síntomas persistentes meses después de haber pasado la infección aguda. Hoy sabemos que la pandemia tiene dos caras: la Covid-19 aguda y la persistente.
La Covid-19 Larga, Persistente o Long Covid, es una de las consecuencias sanitarias que ha dejado la postpandemia a nivel mundial. Un síndrome del que cada día se conocen más aspectos y sobre el que se han desarrollado un gran número de estudios científicos, tanto sobre el abanico de síntomas crónicos, su duración, el desarrollo de nuevos tratamientos e incluso sobre las repercusiones socio-sanitarias y económicas.
La Covid-19 puede implicar persistencia, secuelas y otras complicaciones médicas que pueden durar semanas, meses e incluso años. De hecho, es imposible determinar cuánto tiempo durarán estos efectos, ya que es una enfermedad nueva.
Se estima que uno de cada ocho infectados sufre de esta condición. Se presenta en todo tipo de pacientes que hayan sufrido la Covid-19, especialmente en los que padecieron la enfermedad grave, pero incluso, también, aquellos en los que la enfermedad aguda haya sido leve o moderada. Algunos estudios sugieren, que puede haber más riesgos en personas mayores de 60 años y mujeres de edad media.
Con más de 600 millones de casos del coronavirus en el mundo desde el inicio de la pandemia, ha surgido la preocupación en la comunidad científica, sobre la durabilidad y las consecuencias, de los síntomas en las personas que los padecen.
Se ha evidenciado que puede afectar varios órganos, pudiendo haber compromiso pulmonar, cardiovascular, hematológico, neuropsiquiátrico, renal, endocrinológico, gastrointestinal y dermatológico; siendo la fatiga crónica, dolor de cabeza, disnea, perdida del cabello, disminución de la libido, anosmia, depresión, ansiedad, trastorno de atención y del sueño, de las principales manifestaciones sintomatológicas que podemos encontrar y que destaca el requisito de un enfoque multidisciplinario para el manejo de estos pacientes.
Entre los millones de sobrevivientes de Covid-19 muchos requerirán asistencia médica a largo plazo, debido al aumento de las secuelas posteriores, que pueden generar un elevado impacto en la calidad de vida, en el ámbito social, económico, con una repercusión laboral muy importante.
Las evidencias actuales sugieren que no existen tratamientos eficaces para paliar el conjunto de síntomas variados de la condición, aunque se destaca la vacunación previa, que, según varios trabajos de investigación, podría reducir la probabilidad de sufrir Covid-19 larga, entre un 30 y un 40% y reducir significativamente el riesgo de aparición de determinados síntomas.
A medida que evoluciona la pandemia, la salud pública debe enfocarse en políticas de prevención, personalizadas, dependiendo de las características de las comunidades, implementando un nuevo modelo de atención en salud con un enfoque en las perspectivas integrales, para esta nueva condición, durante y después de la pandemia, donde los proveedores de atención médica e investigadores, puedan trabajar para reconocer de manera oportuna, los efectos a largo plazo de la Covid-19, con la finalidad de brindar un mejor manejo de la enfermedad.
Las características relevantes pueden incluir aquellas que influyen en la transmisión del SARS-CoV-ll, la cobertura de vacunas y sus refuerzos, disponibilidad de métodos diagnósticos durante y después de la enfermedad aguda, puntualizar los factores de riesgo de resultados graves, incluídas las comorbilidades crónicas, así como la falta de acceso a la salud adecuada, especialmente en las personas o los grupos poblacionales más vulnerables y que tienen más probabilidades de desarrollar estas afecciones posteriores.
Debemos afrontar la realidad y reconocer que, la Covid-19 y su persistencia, permanecerán con nosotros, amenazando nuestra salud y el bienestar de millones de personas en todo el mundo.
Por Namibia Didiez, infectóloga y diputada del Parlacen.