Santo Domingo.- En el siguiente artículo, el doctor Herbert Stern continúa su resumen de la situación de la salud en los años de la Intervención Militar.
Les dejamos la narración:
La llegada de cerca de tres mil marines produjo un aumento de la demanda y al país llegaron “mujeres libres” de Puerto Rico.
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El médico sanitario examinaba las prostitutas y les daba un ticket de color blanco si estaban sanas y amarillo si tenían alguna enfermedad venérea. 50% estaban enfermas. De hecho 50% de los militares internos en hospitales padecían enfermedades venéreas
En La Vega el doctor Robinson había iniciado la formación de comadronas debido a que muchas mujeres y sus maridos objetaban que el médico realizara el parto.
El Gobierno de Ocupación Militar Norteamericano controló la venta de medicamentos patentizados que se ofrecían en diversos comercios. Era intención de estas medidas que la gran mayoría de los medicamentos o patentizados de la época tuvieran procedencia norteamericana.
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La ley recientemente promulgada obligaba el registro de todos los profesionales de la medicina, odontología y farmacia. Una carta del oficial de sanidad de Azua, pidiendo a todos los médicos y farmacéuticos enviar sus datos a esa dependencia, y por otro lado existen comunicaciones de farmacéuticos, autorizados por el Juro Médico, que solicitaban su inscripción en el registro correspondiente.
El centro médico de mayor actividad era el hospital Padre Billini. Por otro lado, era muy activo el doctor Arturo Logroño Cohen, oficial de Sanidad del Distrito 3, en sus comunicaciones con las autoridades del ejercito de ocupación.
La nomina del hospital Padre Billini en el 1922 mostraba como director al doctor Ramón Báez, quien tenía como ayudantes a los doctores Jacinto Mañón y Salvador Gautier.
El doctor Manuel Perdomo fungía como administrador. Eran practicantes de medicina los bachilleres, Ernesto Cruz Ayala, Juan Núñez, Esteban Billini, Blas Reinoso y Ramón Henríquez.
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Las enfermeras eran Mary Shanaman quien aparece como “Nurse especial”, y las religiosas sor Eugenia Saenz, sor Miceta Galdeano, sor Josefa Izurrategui y sor Macaela Corera.
Rosa Leito era la enfermera de la sala de maternidad. El farmacéutico era Nicolás Mañón.
Los análisis de la población se hacían en el Laboratorio Nacional, dependencia de la Secretaria de Estado de Sanidad y Beneficencia.
La labor en ese centro de los doctores Fernando Defillo y Hector Read es fundamental para la historia del laboratorio clínico en nuestro país. Asistía al doctor Read, el doctor Pellerano.
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Muchos de los médicos militares se fueron del país cuando salieron las tropas militares, aunque algunos se quedaron en suelo dominicano, y salieron años después.
En 1923, se estableció un gobierno dominicano provisional, previo a la salida de las tropas extranjeras, en que ocupó la cartera de Salud y Beneficencia Manuel María Sanabia, quien tras varias discusiones con las autoridades americanas renunció, alegando que con el dinero que recibía la secretaria era imposible resolver la situación de salud.
Todavía luego de la salida de las fuerzas de ocupación, los formularios de la Secretaria de Estado de Sanidad y Beneficencia utilizaban la misma normativa desarrollada con anterioridad.
Podemos afirmar, que la ocupación americana nos dejó organizado el sistema sanitario, pero que la falta de personal de salud y la falta de presupuesto, impidieron la realización plena de los planes de salud. Pese al intento de enfrentar algunas enfermedades, la gran deficiencia de ese periodo fue la formación de personal, tanto medico como paramédico.
En la época de la ocupación se intentó combatir enfermedades como la malaria y la tuberculosis con un criterio científico y moderno, pero que no produjeron un resultado positivo.
La vacunación obligatoria y el control de la prostitución fueron medidas beneficiosas para nuestra población. A la salida de los americanos ocupó el cargo de secretario de Sanidad el doctor Pedro A. Ricart.
