Santo Domingo.– En el presente artículo, el doctor Herbert Stern, médico oftalmólogo con amplía trayectoria y quien ha formado a generaciones, destaca los inicios del hospital San Lázaro.
Les dejamos el contenido:
Continuando con la serie de trabajos en homenaje al doctor Hector Read, compartiendo algunos de sus apuntes en su material autobiográfico, tenemos un testimonio sobre el Hospital San Lazaro y los aconteciemintos clínicos que se producían. Veamos:
“El Dr.Fernando Defilló consiguió que el Honorable Ayuntamiento me nombrara practicante de ese hospital, con lo cual se agregaban algunos pesos más a mis entradas.
Siendo practicante de un hospital se evidenciaba mi «práctica clínica», necesaria para la hora de los exámenes finales. Esto no entorpecía mis servicios en el laboratorio municipal como técnico en bacteriología, nombramiento que me fue librado por el Hon.
Ayuntamiento ese mismo año 1917.
Cruzando del barrio de San Lázaro al de San Miguel se pasa por un pequeño laberinto de callejones que se llama Jobo Bonito, donde encontré una vez a mis viejos vecinos Angélica y Ramona Brenes.
La primera, divorciada y con una hija Diahala, y la segunda en amores con Rafael Martí. Estos se casaron y formaron una bonita familia, uno de cuyos hijos es el doctor José Brenes Martí.
Los mosquitos y el paludismo en la capital habían sido objetos de estudio del doctor Defilló y el doctor Salvador Gautier. Como el doctor Defilló buscando y examinando mosquitos en todos los barrios de la capital no había encontrado el Anofeles, y en cambio sí pudo identificar el Culex Fatigans y el Stegomyia Calopus; dijo y publicó con razón, que en la ciudad de Santo Domingo no había paludismo, por la sencilla razón de no haber, no existir, el mosquito transmisor necesario de la enfermedad.
«Los palúdicos que, si había y hay, se han infectado en otra parte, fuera de la ciudad capital», que terminaba entonces (1906-8) en las murallas del Siglo XVII terminadas por Don Benardino de Meneces de Bracamonte y Zapata Conde de Peñalba y Gobernador de la Isla (1654-56).
En cuanto al parásito mismo, ya sabíamos por las enseñanzas del Dr. Gautier, en el curso de Parasitología, de sus distintas formas (polimorfismo y meta-morfismo ó morfosis) los anulares, las rosetas, los semianulares, ambioides. Con esas nociones, teñíamos las preparaciones de sangre con Leischman ó Giemsa.
Tomábamos sangre a cualquier individuo que sufriera de fiebres. Simplemente clavábamos la punta de un dedo, y el lóbulo de la oreja y hacíamos un extendido.
Así sucedió que una mañana temprano se presentó un señor y nos dijo que le daban fiebres que le entorpecían su trabajo de panadero.
En una gota de sangre de un dedo, teñida con el Giemsa, que Amadeo Báez y yo habíamos estado observando largo rato, buscando el hematozoario del paludismo, apareció en el campo microscópico una formación azul alargada y recurvada.
Esto nos hizo caer enseguida, que se trataba de una microfilaria. En esa, llamamos a nuestro jefe, el doctor Defilló, para que mirara el microscopio: «Sí, efectivamente», dijo, «es una microfilaria, que no tiene vaina».
Buscamos la «Parasitología Médica»de Neuveau-Lemaire para tratar de identificarla. Al doctor Defilló le pareció que se trataba de F. Juncea, opiné que podía ser un una F. Ozzardi, como la encontrada por Manson en las Guayanas.
Ya antes el doctor Defilló había identificado mosquitos que podrían ser los transmisores de estas microfilarias, según opinión de grandes autores.
Cabe recordar que la familia de los anofelinos ó mosquitos, es una de las más ricas en sinónimos. Con un libro de un autor francés, M. Blanchard, pasamos muchas sesiones colectando e identificando mosquitos.”
Así transcurría el quehacer médico en 1917!!