Les dejamos un artículo publicado en el periódico El Nacional, en el que un paciente valora la segunda opinión médica a raíz de una particular experiencia positiva:
La segunda opinión siempre va a ser útil y necesaria, sobre todo en materia de salud, sin que con ello cuestionemos el diagnóstico de un facultativo. Sólo se trata de ver diferentes posibilidades, sustitutas o complementarla, detalla en un artículo Eduardo Álvarez.
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Viví una experiencia reciente que me da buenos motivos paraa asumir esta premisa con seriedad y hacer de ella una inevitable filosofía de vida. Hace más de un mes fui ingresado de emergencia a un centro médico con un cuadro crítico que me mantuvo cinco días en cuidados intensivos.
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Tras diversos análisis y estudios me diagnosticaron dos obstrucciones en arterias coronarias, delicado quebranto que, a juicio de los especialistas requería una urgente operación de corazón abierto.
Cuadro que, a pesar de ser crítico, no tiene nada de especial ni singular, a no ser la visión y actitud que yo debía asumir como paciente, dada la situación presentada.
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Había leído y tenía referencias sobre los riesgos y efectos inmediatos de la intervención recomendada por profesionales de la medicina cuya capacidad y probidad nunca puse en duda. Estoy muy agradecido de sus atenciones en esta fase primaria, vale reconocer.
Siempre vale una segunda opinión
Pero el caso me planteaba una disyuntiva, que me dejaba abierta la opción de procurar una segunda opinión, ya fuera del centro donde estaba internado.
Por espíritu de cuerpo u obedecer a lineamientos de una escuela clínica, es poco probable encontrar una recomendación diferente en un mismo equipo de expertos, de la rama que sea. Lógicamente.
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Así, ya en casa, busqué consejos al respecto en Julito Hazim, médico que no ejerce como tal, pero está bien relacionado en el área, quien me hizo una cita con la cardióloga Claudia Almonte. La profesional me recibió con su colega Ingrid Valdez.
Ambas coincidieron en confirmar, tras nuevos estudios, que las obstrucciones detectadas existían, pero podían ser despejadas mediante un cateterismo para colocar tres stents, sin la necesidad de una operación de corazón abierto. Accedí, y el procedimiento se llevó a cabo bajo la dirección de la doctora Valdez, en menos de treinta minutos con un internamiento de apenas 24 horas.
Varias semanas después, con el cuidado de la doctora Almonte, puedo decir que estoy completamente recuperado y que me siento muy bien, como de veinte años menos. Vale contar esta experiencia para que sirva de aliciente a la esperanza que pueda traernos una segunda opinión profesional. En todo, detalla el artículo publicado en El Nacional.