Santo Domingo.- Se abomina, a veces, de la industria farmacéutica. Incomprendido su trabajo. La industria farmacéutica dominicana es una de las áreas económicas más pujante del país, medida por la cantidad de producción y empleos generados para que muchos dominicanos y dominicanas lleven el pan diario a su casa.
Es, además, el motor que impulsa el conocimiento, pues en un aporte callado durante todo el año constituye el sostén del debate de la ciencia, a través de su apoyo a congresos médico científicos, conferencias y jornadas.
Uno de los actores importantes del sector, la Asociación Dominicana de Industrias Farmacéuticas (INFADOMI), reveló el impacto en la economía del país de la operación de las farmacéuticas locales.
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Dice la entidad que anualmente esta industria mueve unos mil millones de dólares y ocupa a unos 20 mil personas de forma directa e indirecta, en 70 laboratorios nacionales.
Además, dato para llenarnos de orgullo, maneja el 25 por ciento del mercado centroamericano y produce 80 millones de unidades al año.
El año pasado se hablaba de 700 millones de dólares, de acuerdo a cifras de la Asociación de Representantes, Agentes y Productores Farmacéuticos (ARAFP) y, como se ve fácilmente, parece que ha ido en aumento el volumen del movimiento comercial y económico.
Con esos números hay que prestar más atención a ese sector, desde las esferas gubernamentales y privadas. Hay que cuidarlo, incentivarlo.
Pues para nadie es un secreto cómo los emprendedores locales salen a camino con todos los obstáculos institucionales, impositivos y de competencia que supone en un país donde las reglas no se cumplen o no están del todo clara.
En la historia del desarrollo de la industria hay que mencionar muchos nombres de hombres y mujeres que se han tirado al ruedo con un sueño y hoy tienen más de 50 años aportando al país medicamentos de calidad, innovadores y empleando gente a todos los niveles.
Es una industria que, definitivamente, hay que «añolarla».
Por Pedro Ángel